Texto base:
“Jesús dijo: El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.” — Juan 7:38
Una vida que fluye desde adentro
Note que las palabras de Jesús no son ligeras. Él no dijo “habrá agua”, sino “correrán ríos”, es decir, un caudal inagotable, una corriente viva que no depende del entorno sino de la fe.
El agua viva no es más que la vida misma de Cristo y del Espíritu, fluyendo dentro de los santos. Jesús hablaba de un tipo de vida, donde la plenitud no viene de afuera, sino que corre desde adentro. No es una emoción temporal, ni una experiencia pasajera, sino una fuente espiritual que transforma al hombre desde su interior.
Cuando crees verdaderamente en Cristo, la vida divina comienza a fluir en ti. Ya no vives por impulsos externos, sino por la corriente interna del Espíritu. Lo que antes te secaba —la soledad, el miedo, la culpa, la falta de propósito— ya no tiene el mismo poder, porque dentro de ti hay un río que corre y vivifica todo tu interior.
El fluir del Espíritu no se detiene
Este río no es estático. Jesús dijo “correrán”, porque el Espíritu en nosotros no se estanca, sino que se mueve y da vida.
El problema es que muchos han creído, pero han cerrado las compuertas del corazón. La incredulidad hace que el río se contenga. Pero Dios no nos llamó a ser estanques, sino canales.
Cuando el Espíritu fluye libremente dentro de ti, todo a tu alrededor empieza a ser transformado por esa vida. No porque tú seas la fuente, sino porque el Río vive dentro de ti.
Solo se trata de creer
Jesús no puso condiciones complejas. No dijo: “el que ora mucho”, “el que ayuna”, él dijo: “el que cree en mí”.
La fe abre el cauce para que Cristo fluya sin obstáculos. La fe es como una llave que abre las compuertas del alma, permitiendo que el río de vida corra libremente.
Creer en Él no es solo aceptar que existe, sino depender de su vida, descansar en su palabra y rendirse a su obra interior. Es confiar que dentro de ti ya habita una fuente que no se agota.
Reflexión final
El Espíritu Santo no viene a visitarte, vino a residir para fluir en ti continuamente.
Cuando los sistemas te opriman, cuando la incredulidad toque tu puerta, recuerda que dentro de ti hay un río que no depende del clima externo, sino de la fe en Aquel que vive para siempre.
Deja que el Espíritu fluya.
Disfruta el río que Dios ha puesto en ti.
No te conformes con gotas, cuando en tu interior hay ríos de agua viva que salta para vida eterna.
Oración
Padre gracias, porque por la fe en Cristo, puedo portar dentro de mí esos ríos de agua viva.
Que tu río en mí nunca pare de recorrer hasta el último rincón de mí alma.
Quito los obstáculos de la duda que impiden el fluir de tu río en mí.
Que hoy y siempre, por la fe, corran tus ríos de agua viva. Amén.





