Respirarte A Ti

Lectura base

«Porque en él vivimos, nos movemos y existimos.» – Hechos 17:28

Reflexión

No se concibe la vida humana sin respirar. Inhalar y exhalar es tan natural y constante que muchas veces ni lo pensamos. De la misma manera, nuestra nueva vida en Cristo debe ser una respiración continua de Él: inhalar y exhalar a Cristo.

Él es nuestro oxígeno, nuestro aire, nuestro aliento de vida. Pretender vivir sin Cristo es como intentar existir sin respirar: inevitablemente conduce a la muerte.

Adán y el oxígeno perdido

En el huerto del Edén, Adán tenía todo lo que necesitaba: alimento, agua y oxígeno. Pero al ser expulsado, no solo perdió el alimento del huerto, sino también el aliento. La vida se volvió muerte, porque fuera de esa comunión perfecta con Dios comenzó a respirar un aire contaminado por el pecado.

Esa misma realidad se refleja hoy: fuera de Cristo los aires están contaminados. Todo lo que el mundo ofrece puede parecer respirable, pero es turbio, gris y mortal. ¿Hay algo realmente bueno fuera de Cristo? ¿Qué aire puede darnos vida si no viene de Él?

El aire de Cristo

En Cristo encontramos el verdadero oxígeno. Dentro de Él hay pan, agua, vino; dentro de Él hay aliento fresco, aire puro que fortalece y renueva. Fuimos creados para respirarlo a Él. Nuestra vida espiritual no se sostiene por esfuerzos humanos, sino por esa respiración continua en Cristo: inhalar su gracia, exhalar su vida.

Aplicación

Así como en este mismo instante respiras el aire de la atmósfera terrenal, recuerda que tu espíritu necesita respirar el aire de Cristo. No es un acto ocasional, sino constante. Solo así tu corazón permanecerá vivo, fresco y fortalecido en Él.

Oremos

Padre bueno, gracias porque en Cristo me has dado no solo alimento, sino también aliento. Gracias porque mi vida espiritual se sostiene al respirarlo a Él. Haz que cada inhalación y exhalación sea para Cristo. Que Él sea mi aire puro, mi oxígeno eterno. Amén.

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