Cuando el Evangelio es Humanizado, el Maltrato Aparece

¿Alguna vez te has preguntado por qué en algunos lugares donde se predica el evangelio hay tanto dolor, abuso y manipulación?

¿Por qué personas sinceras, que aman a Dios con todo su corazón, terminan heridas dentro de espacios que deberían ser ámbitos de sanidad y gracia?

¿Cómo puede algo tan santo y puro como el mensaje de Cristo convertirse, en manos humanas, en un instrumento de control o de opresión? La respuesta no está en la falta de evangelio, sino en su distorsión.

Cuando el evangelio eterno —que proviene del cielo— es humanizado, pierde su poder transformador y se convierte en una versión adaptada a los deseos, estructuras e intereses del hombre. Y es en ese punto donde el maltrato aparece: cuando lo divino es reducido a lo humano, y lo eterno se acomoda al ego.

El Evangelio Eterno no se adapta, transforma

El evangelio no nació del hombre ni fue diseñado para adaptarse a sus estructuras, emociones o métodos de control. El evangelio es Eterno, porque procede de Aquel que no cambia. Es la vida divina irrumpiendo en la naturaleza humana, no para moldearse a ella, sino para transformarla.

Cuando ese orden se invierte —cuando el evangelio se amolda al hombre y no el hombre al evangelio— el poder del Reino se desvanece y la carne toma el trono. Y justo allí es donde el liderazgo eclesiástico comienza a corromperse.

Pablo lo entendió claramente cuando dijo:

El evangelio que os he anunciado no es según hombre; pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo”. (Gálatas 1:11-12)

El apóstol sabía que un evangelio que proviene del hombre, es un evangelio distorsionado y que termina sirviendo al hombre, pero el evangelio que proviene de Cristo, sirve para formar a Cristo en el hombre, y eso es otra cosa.

La ilusión de un evangelio “más humano”

Muchos piensan que hacer el evangelio “más humano” es hacerlo más comprensible, más accesible, más cercano. Pero lo que parece noble, termina siendo una trampa sutil. Porque cuando se “humaniza” el evangelio, no se está aceptando tal y como es, sino convirtiéndolo en una imagen hecha por nosotros mismos.

El mensaje deja de ser iluminación para convertirse en discurso; deja de ser Espíritu para volverse programas. Los santos dejan de ser órganos para ser números. El hombre deja de seguir la voz de Dios y comienza a seguir la voz de su alma.

Y es ahí donde el maltrato y el abuso espiritual encuentran terreno fértil. Porque cuando el evangelio pierde su sentido y peso divino, el liderazgo pierde su carácter celestial. Lo eterno es reemplazado por la carne disfrazada de autoridad espiritual. Y donde gobierna la carne, inevitablemente gobierna la injusticia y aparecen los abusos.

El precio de un evangelio domesticado

El evangelio humanizado es un evangelio domesticado: deja de confrontar, deja de transformar y empieza a complacer. Los líderes dejan de ser servidores del propósito Eterno para convertirse en guardianes de sus propios sistemas.

Los santos dejan de ser cuerpo de Cristo para ser vistos como recursos o estadísticas. Los pulpitos se convierten en polígonos de tiro. Y la Palabra, en herramienta de control. La consecuencia es el maltrato velado: no siempre visible, pero sí profundamente destructivo.

Creyentes que son silenciados cuando cuestionan, manipulados en nombre de la “sumisión”, y culpados cuando el sistema falla. Todo eso ocurre cuando el evangelio es reducido a la medida del ego humano.

El evangelio Eterno transforma, el humano destruye

El evangelio no vino a humanizar a Dios, sino a “celestializar” al hombre por medio del Hijo. Cristo no bajó a nuestra medida para quedarse ahí, sino para levantarnos a la medida del varón perfecto. Y de hecho, allí es donde estamos, en lugares celestiales.

El verdadero evangelio no se acomoda a nuestra humanidad: la somete al fuego purificador del Espíritu, la transforma, la redime, la hace nacer de nuevo.

Todo evangelio que nace del hombre —por más emocional, popular o carismático que parezca— termina generando dolor. Pero el evangelio que proviene del cielo transforma, sana y edifica en amor verdadero.

Un llamado al retorno

Hoy más que nunca, la Iglesia necesita volver al evangelio eterno:

  • a la voz que proviene del cielo,
  • al mensaje que no depende del aplauso,
  • a la Palabra que confronta para libertar.

Cuando los ministros administran lo eterno entre los santos con diligencia, lo eterno es dignificado y lo humano es transformado. Porque el evangelio no es la exaltación del hombre, sino la manifestación del Cristo Eterno en vasos de honra.

En definitiva

Si el evangelio es humanizado producirá sistemas religiosos que causan dolor. Pero si la humanidad se rinde al evangelio Eterno, producirá hijos dignificados. Y es ahí donde el amor reemplaza al control, la compasión sustituye al abuso, y el evangelio de Dios brillar en la sociedad. Seamos más celestiales y menos terrenales.

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Uziel Reyes
Uziel Reyes
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