El Efecto Espiritual De La Repetición

En la tarea de la edificación espiritual, la repetición es un principio esencial, puesto que no hay verdadera edificación sin repetición. Cuando observamos el consejo de Dios a lo largo de toda la Escritura, vemos constantemente activo este principio: Dios repite su palabra porque sabe que, siendo seres imperfectos, necesitamos escucharla una y otra vez hasta que se encarne en lo profundo de nuestro corazón.

La repetición no es pérdida de tiempo, sino una herramienta poderosa y divina de perfeccionamiento. Cada vez que Dios nos habla nuevamente de algo que ya escuchamos, lo hace con un propósito: grabar esa verdad en nosotros hasta que forme parte de nuestra naturaleza.

Veamos, entonces, algunos de los beneficios espirituales de la repetición.

1. Identificar

En la música, la repetición es indispensable. Cuando un estudiante practica una y otra vez la nota Do mayor (C), con el tiempo su oído se afina al punto de reconocer el tono sin necesidad de un instrumento que lo confirme. No es magia, es fruto de la repetición.

De la misma manera, cuando repetimos lo que recibimos del Espíritu, nuestro espíritu aprende a identificar la voz de Dios. Así como un niño reconoce sin dudar la voz de su madre o de su padre, porque desde su nacimiento estuvo expuesto a ese sonido, nosotros, al exponernos continuamente a la Palabra de Dios, afinamos nuestro oído espiritual hasta distinguir claramente cuándo Él nos habla.

La repetición constante del sonido de la voz de Dios produce un oído perfeccionado en los santos.  A mayor repetición, mayor será la afinación del oído.

📖1 Samuel 3:9-10

“Y dijo Elí a Samuel: Ve y acuéstate; y si te llamare, dirás: Habla, Jehová, porque tu siervo oye. Y vino Jehová y se paró, y llamó como las otras veces: ¡Samuel, Samuel! Entonces Samuel dijo: Habla, porque tu siervo oye.”

Podemos ver que Samuel aprendió a reconocer la voz de Dios en la repetición. Al principio pensó que era Elí, pero con la práctica aprendió a distinguirla.

2. Recordar

La repetición activa y fortalece la memoria. Es una operación fundamental del ministerio del Espíritu Santo en la iglesia. Jesús mismo lo declaró:

📖 Juan 14:26

“Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.

El Espíritu Santo nos recuerda lo que Cristo habló, y ese recuerdo se activa en gran medida por medio de la repetición.

En el Antiguo Testamento, Dios ordenó a los padres que repitieran su ley a los hijos continuamente, para que nunca la olvidaran al llegar a la adultez:

📖 Deuteronomio 6:7-9

“Y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. 8 Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; 9 y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas.”

Cuando falta repetición, aparece el olvido. La ausencia de repetición producirá la generación del olvido. Y nada es más peligroso para un hijo de Dios que olvidar Su voz. Sin memoria no hay continuidad, y sin continuidad no hay futuro.

Pensar es proyectarse hacia adelante, recordar es regresar hacia atrás. Pero nadie puede avanzar sin antes recordar lo que Dios ya dijo. De hecho, la misión de la iglesia tiene un antecedente que no puede olvidarse: el mandato de ir y hacer discípulos en todas las naciones. Si esa instrucción se borra de la memoria, la misión desaparece. Si el mandato se olvida, la misión desaparecerá en la generación del olvido.

Por eso, padres y ministros tienen la responsabilidad de repetir a los niños y a los jóvenes la Palabra de Dios. Muchos comenzaron bien, pero terminaron mal, simplemente porque olvidaron lo que un día escucharon.

3. Afirmar

La repetición no solo nos ayuda a recordar, también afirma la verdad en nuestro corazón. Cada vez que escuchamos la Palabra, lo recibido se arraiga más profundamente en nuestra mente y espíritu, fortaleciendo convicciones que nos sostendrán en tiempos de prueba.

Jesús lo explicó en la parábola de los cimientos: el que escucha y obedece la Palabra es como el hombre prudente que edificó sobre la roca. Ese cimiento se fortalece por la repetición: escuchar, recordar y poner en práctica una y otra vez.

De ahí la conclusión: no hay edificación sin repetición.

4. Proteger

La repetición también cumple una función de protección. Lo repetido nos da seguridad porque no hay algo más incómodo que la inseguridad. El apóstol Pablo lo entendió muy bien y lo expresó así:

📖 Filipenses 3:1-2

“Por lo demás, hermanos, gozaos en el Señor. A mí no me es molesto el escribiros las mismas cosas, y para vosotros es seguro. 2 Guardaos de los perros, guardaos de los malos obreros, guardaos de los mutiladores del cuerpo.”

Pablo repetía intencionalmente sus escritos. No lo hacía por falta de inspiración, sino para blindarlos, para que los creyentes estuvieran seguros y protegidos de los falsos obreros, falsos maestros que buscaban mutilar al cuerpo de Cristo.

Cada vez que Dios nos repite una palabra, además de recordarnos, nos está cuidando. Cuando Él insiste en decir “algo” no es mera reiteración: es un escudo para que no seamos engañados ni desviados. Si Dios te dice que te cuidades una y otra vez, no solo te lo está recordando, también te está protegiendo.

En definitiva

En la obra de la edificación, no debemos cansarnos de repetir. Lo que parece repetición para nosotros, es formación para nuestro espíritu. Cada verdad repetida se convierte en una semilla firme que produce fruto en su tiempo.

En resumen, la repetición es, pues, una herramienta poderosa para identificar, recordar, afirmar y proteger.

Que nunca falte en nosotros la disposición de escuchar de nuevo la voz de Dios. Porque lo que Él repite, lo hace para cuidarnos, perfeccionarnos y edificarnos.

Paz en Cristo para todos.

Uziel Reyes

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